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  lobo iberico 1 27-06-2024 21:29 (UTC)
   
 
El Lobo

Características físicas

El lobo, un mamífero carnívoro, es el mayor representante de la familia de los cánidos. Su adaptabilidad a diferentes climas ha dado lugar a una gran variabilidad en su anatomía y fisonomía. Su peso oscila  entre 12 y 75 kilogramos y  sus pelajes pueden ser grises, marrones, blancos o negros. En general, el típico macho de lobo adulto es como un gran pastor alemán, pesa  unos 38 kilogramos y mide 70 centímetros de altura de cruz.

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Comportamiento social

Los lobos se organizan en manadas. En estas existe una jerarquía estricta en la que dominan un macho y un hembra, llamados la pareja alfa. Esta pareja es, como norma general, la única que se reproduce en el grupo, que puede incluir además jóvenes, crías y otros individuos relacionados con el clan.

El tamaño de las manadas es variable, normalmente de 5 a 12 miembros. El grupo defiende un territorio frente a otros lobos y se comunica por la vista (expresiones faciales y corporales), olores (orina y heces) y sonidos (aullidos, gruñidos, etc.).

Biología reproductiva

A finales del invierno, la pareja alfa entra en celo y,  tras una gestación de dos meses (61-63 días), en primavera nacen las crías, normalmente una media de 5 por camada. Estas crías al llegar al otoño ya tienen el tamaño necesario para seguir a los adultos.

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Ecología

El lobo es una especie muy adaptable y flexible, capaz de vivir en aquellos lugares donde encuentre comida y no sea muy perseguido. Su hábitat es variado, bosques, montañas, estepas y desiertos. Puede alimentarse de presas muy diferentes (ciervos, liebres, ratones, ...) aunque tiene preferencia por los  ungulados.

 

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El lobo: especie clave

La presencia del lobo en los ecosistemas a los que pertenece se ha demostrado claramente necesaria para el mantenimiento del equilibrio de estos, constituyendo lo que se conoce como una especie clave, cuya desaparición puede acarrear muy serios desequilibrios a su entorno (en la vegetación, en las densidades de herbívoros o en las densidades de predadores menores carnívoros).

El lobo en el Mundo 

Aunque el lobo ocupaba prácticamente todo el hemisferio norte hace 250 años, en la actualidad vive solamente en los bosques de Europa del Este, algunas montañas mediterráneas, montañas semidesérticas de Oriente Medio y las áreas menos habitadas de Norteamérica y Asia.

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Otros cánidos

Además del lobo pertenecen a los cánidos otras 35 especies, entre las que están, en su mismo género Canis, el coyote, los chacales, el lobo etiope y  su descendiente doméstico, el perro; y en otros géneros, zorros, licaones, cuones, perro mapache, etc.


 

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Taxonomía y peculiaridades

La subespecie ibérica de lobo presente en la Península Ibérica fue descrita y considerada por Ángel Cabrera en 1907 como Canis lupus signatus, sobre la base de algunas características físicas (sobre todo manchas blancas en las mejillas y marcas en la parte fontal de las patas delanteras). Sin embargo, una reciente revisión de la taxonomía de la especie no reconoce a signatus e incluye las poblaciones ibéricas en la subespecie nominal lupus. Estos últimos estudios señalan que la subespecie italicus (Península itálica) podría estar a punto de contactar con las poblaciones ibéricas a través de Pirineos. En cualquier caso, las poblaciones ibéricas, y al margen de merecer o no el estatus taxonómico de subespecie distinta, poseen unas indudables peculiaridades tanto ecológicas, como morfológicas y genéticas, e incluso "culturales", derivadas de su histórica interacción con el hombre, y que las hace especialmente valiosas de cara a su conservación.

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Hasta el siglo XIX la especie se encontraba distribuida por la práctica totalidad de la Península Ibérica. Fue en el siglo XX cuando comenzó un proceso de regresión en la distribución del lobo que alcanzó su nivel mínimo hacia la década de los 70 cuando su población se redujo a un núcleo principal en el noroeste de la Península, apenas conectado con unos pequeños grupos cada vez más aislados en el centro y sur de Iberia. A partir de ese momento se produce una recuperación parcial de sus poblaciones y del área ocupada, causada fundamentalmente por el éxodo rural (que implica mayor cobertura vegetal y disponibilidad de más presas silvestres), por una cierta relajación en la persecución directa sistemática que la especie había sufrido hasta entonces, y por las primeras campañas de sensibilización pública a favor de la especie, coincidentes con la Ley de Caza de principios de los años setenta, que prohibió el uso del veneno bajo cualquier circunstancia (aunque aún hoy día su uso no esté erradicado en absoluto).

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Distribución actual y estimas poblacionales

Entre 1987 y 1988, por encargo del entonces Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA), se llevó a cabo un estudio nacional para evaluar la distribución, la situación y la problemática del lobo en España. El área de distribución de la especie se extendía por unos 100.000 km2, fundamentalmente en el cuadrante noroccidental del país (la mayor parte de Galicia, la porción meridional de Asturias y Cantabria, la mitad septentrional de Castilla y León y algunas zonas de La Rioja y el País Vasco). Además, en la mitad sur de España se localizaron dos núcleos residuales y aislados en Extremadura y Sierra Morena. La población española de lobos se estimó en 300 grupos familiares, hablándose entonces de unos 1.500 ejemplares antes de los partos, y de unos 2.000 a mediados del otoño. El 90% de la población española se concentraba en Castilla-León y Galicia. La población septentrional mostraba una tendencia a aumentar, mientras que la tendencia de los núcleos de la mitad sur era regresiva y fueron considerados en peligro de extinción.

Desde entonces, se viene produciendo una lenta expansión en zonas cerealistas de la meseta castellana, pero hoy día este proceso se ha ralentizado notablemente o incluso se ha frenado (se detecta regresión en el Sistema Ibérico meridional y el Duero oriental, entre otras zonas). En 2001 se estimaron en la Península Ibérica 254-322 grupos familiares (254 confirmados y 68 probables) distribuidos a lo largo de 140.000 km2, esto puede suponer una población efectiva de 500-650 adultos reproductores.

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Las estimas del número de grupos parecen aceptables, pero no es sencillo comparar los datos de finales de de los 80 con los más recientes. Por ejemplo, en Castilla-León, se estimó la presencia de 158 grupos (125 detectadas más 33 "posibles") a principios de los años 90, y de 149 grupos ("107 seguros, 42 probables") en 2001. La aplicación de criterios, procedimientos y esfuerzos de muestreo diferentes, y de grados de certeza variables a la hora de confirmar la existencia de grupos es la causa de estas dificultades. Así por ejemplo, en 1990 se consideraba la existencia de grupos detectados y "posibles", mientras que en 2001 se utilizaron los términos "seguro" y "probable". Por otro lado, es mucho más difícil conocer el tamaño real de la población (número de individuos) ya que este número puede variar, incluso dentro de un mismo año, de forma dramática (antes y después de los partos). El número de grupos estimados parece aceptable porque las estimas se basan en datos empíricos (de campo), mientras que el tamaño de grupo ha venido adjudicándose de manera más arbitraria, escasamente fundada en datos empíricos, y que en todo caso reflejarían, en el más optimista de los casos, tamaños de grupo inmediatamente después de los partos, es decir, coincidiendo con el máximo tamaño anual del grupo y antes de empezar la época de caza (siendo ésta la causa que genera el mayor porcentaje de mortalidad de lobo en la Península). Parece pertinente, por tanto, estimar el tamaño de la población a través del tamaño de grupo en invierno, añadiendo acaso un porcentaje de individuos dispersantes. Una estima más realista del tamaño poblacional se basa en el concepto de "población efectiva", que hace referencia al número de adultos que participan en la reproducción. Según esta aproximación, la población ibérica, incluyendo por tanto los núcleos de Portugal, estaría compuesta por ~750 adultos reproductores, dato estimado a partir del número de grupos conocidos. Discutir si esta población es "viable", tanto demográfica como genéticamente, o si es incluso "funcional" (en cuanto a sus efectos y relaciones en el ecosistema), es un asunto mucho más complejo y relevante que el tamaño de la misma en un momento dado.

Mortalidad

Los lobos, como otras especies, sufren bajas por causas naturales: accidentes, inanición, luchas con otros lobos. Algunas enfermedades (rabia, parvovirosis, moquillo canino, sarna, ...) pueden ser peligrosas en poblaciones pequeñas e incomunicadas.

No obstante, la principal causa de mortalidad que afecta a la mayoría de las poblaciones de lobos son las bajas derivadas de la acción humana. En la Península Ibérica, está permitida su caza en dos grandes regiones españolas (Castilla y León y Galicia) que suponen mas de tres cuartas partes de su área de distribución, además es muy frecuente la persecución ilegal con armas de fuego. Muchos lobos son abatidos ilegalmente durante el ejercicio de la caza. El furtivismo supone al menos un 40% de la mortalidad total, pudiendo alcanzar hasta el 87% en determinadas zonas; en algunas áreas por cada lobo cazado legalmente mueren 6,6 ilegalmente. El furtivismo constituye el principal factor que limita la prosperidad de las poblaciones de lobo ibérico.

 

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Las cepos y lazos, la retirada de camadas o el uso de venenos (muy difícil de detectar pero que puede acabar con manadas enteras) generan  importantes pérdidas.

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La ampliación y mejora de la red viaria y la mayor velocidad de los vehículos son algunas causas de los atropellos en carretera, que suponen también otro grave problema para los lobos (en ocasiones es la segunda causa de mortalidad conocida).

 

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De forma conjunta, si la tasa de mortalidad es superior al 30% de la población, esta puede comenzar un declive. Para evitarlo, es necesaria la implicación de las administraciones para reducir el furtivismo y el desarrollo de actividades de educación ambiental entre todos los sectores sociales.

Alteración del hábitat

El desarrollo y crecimiento de las actividades humanas implica la aparición de numerosos elementos que alteran y transforman el hábitat del lobo. El hombre ha modificado ancestralmente el paisaje, eliminando o reduciendo las poblaciones de herbívoros salvajes, cambiando los usos del suelo y degradando, en ocasiones a niveles irreversibles, el medio natural. Aunque los lobos son animales adaptables a algunos cambios, algunas de estas alteraciones en los ecosistemas pueden afectarles  notablemente.

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Si bien una simple infraestructura lineal puede no suponer un obstáculo importante, el efecto conjunto y acumulativo de las actuales y previstas infraestructuras viarias (carreteras, autovías, trenes de alta velocidad) sumado a otras construcciones, pueden constituir auténticas barreras impermeables para los lobos; de ahí que aparezcan problemas a mayor escala como fragmentación de las poblaciones o aislamiento genético.

 

Los incendios forestales, el urbanismo descontrolado o las explotaciones mineras a cielo abierto en zonas ocupadas por la especie, son otras dificultades. En numerosas sierras la instalación de parques eólicos está alterando el paisaje y generando nuevas vías de acceso en áreas tradicionalmente tranquilas para la especie.

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La elección de las alternativas más sensibles con el medio natural, las evaluaciones de impacto ambiental globales (teniendo en cuenta todas las infraestructuras ya existentes), la conservación o creación de corredores, la instalación de pasos de fauna, el restablecimiento de las poblaciones de presas, la investigación aplicada a la conservación y la educación ambiental, son algunas de las herramientas necesarias de aplicar.

Conflictividad

Desde el nacimiento de la ganadería -hace unos 12.000 años-, el lobo compite con intensidad por los mismos recursos que el hombre; surge entonces un conflicto de intereses que ha desembocado en una aguda persecución hacia el lobo, que se manifiesta actualmente, y que ha llevado a la decadencia del depredador en numerosas áreas. En todas las zonas donde coinciden lobos y ganados hay daños, que constituyen el principal problema de conservación de lobo. En España, se estima que los daños de lobo  ascienden a 1,5 millones de euros; en Portugal, esos valores se acercan a los 700.000 euros.

carronaPara hacer compatible el lobo con la ganadería existen algunas alternativas,   las medidas preventivas y, secundariamente, las compensatorias. La mayor parte de los ataques y los más virulentos, se desarrollan cuando el ganado no está protegido por lo que se han desarrollado algunos sistemas de prevención directa: pastoreo, perros guardianes, protección nocturna en corrales,  vigilancia humana por el día, fladrys (cuerdas con banderolas colgando rodeando al rebaño), pirotecnia, e incluso, el empleo de llamas o asnos como guardianes del rebaño. Las indemnizaciones económicas, presentan  limitaciones, pues no evitan el problema de fondo (los daños) y  no consiguen en muchos casos rebajar la conflictividad.

Otra medida importante es el control de los perros asilvestrados, abandonados o descontrolados, pues numerosos ataques son generados por estos ejemplares, pero con regularidad son atribuidos al lobo. Además, es necesario que el enfoque aportado por los medios de comunicación sobre los daños al ganado sea riguroso y objetivo, ya que normalmente tienden a magnificar el conflicto social a niveles extremos.

Más recientemente, la creación de cotos de caza mayor en áreas con presencia tradicional de lobos, está generando nuevos problemas de intereses con el sector cinegético, que ya han puesto al carnívoro al mismo borde de la extinción en numerosas áreas, como por ejemplo Sierra Morena.

Viabilidad poblacional

Conservar la diversidad genética de las poblaciones de lobos es fundamental, pues determina la capacidad de adaptación de la especie a los posibles cambios en el medio; en este sentido, las poblaciones más diversas tienen mayores probabilidades de supervivencia.

La muerte de un individuo genera, por si sola, una disminución de la diversidad genética, que si es elevada -numerosa mortalidad-, puede reducir la probabilidad de supervivencia de la población, incrementando poco a poco, el riesgo de extinción. Si además existen diferentes barreras físicas que impiden un flujo continuado de ejemplares, pueden aparecer problemas de conectividad y por tanto, de aislamiento. En poblaciones pequeñas o aisladas, la reproducción entre individuos emparentados (con una composición genética similar), implica que las enfermedades y las deficiencias genéticas puedan ser más frecuentes en los descendientes

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 En el caso de la Península Ibérica se conocen ya algunos problemas de fragmentación. El intercambio genético entre poblaciones contiguas y aparentemente conectadas de Lugo y Asturias, es menor que el que existe entre poblaciones separadas por más de 1.000 kilómetros en el norte de Canadá.

De cara a la viabilidad a largo plazo de la población ibérica de lobos, se hace necesario permitir el crecimiento continuado de la población lobuna reduciendo su mortalidad no natural y eliminando las barreras que incrementen la fragmentación de sus poblaciones. Para ello, se debe facilitar la conectividad entre los núcleos loberos mediante la permeabilización de las barreras que impiden un flujo genético continuo, como las infraestructuras viarias (autopistas, vallados, etc.). También se debe prestar atención a otros problemas como la introgresión genética ocasionada por la hibridación con perros.

Si no es así, las posibilidades de conservación del lobo ibérico en un medio natural cada vez más alterado y fragmentado, serán cada vez  más reducidas.

 
nvestigación y conservación de las poblaciones ibéricas de lobos

La investigación aplicada a la conservación y gestión de las poblaciones ibéricas de lobos debe, a nuestro entender, responder a preguntas tales como: ¿es la población ibérica de lobos viable?, ¿cuales son los factores que dificultan o condicionan la viabilidad de esta población?, ¿cual es la respuesta de la misma a las acciones de gestión emprendidas por las administraciones públicas?

Bibliografía sobre diagnóstico de estatus y factores de regresión

Blanco et al. (1990, 1992) coordinaron el primer "censo" o diagnóstico de la especie en toda España, desarrollado en 1987-1988, con participación de casi dos decenas de especialistas. En este trabajo se estimaron 294 grupos en todo el país (ver Blanco et al. 1990, p. 73). Desde entonces, casi todas las comunidades autónomas realizaron varios "censos" de grupos de lobos, recogidos en informes inéditos, la mayoría en Asturias, Galicia y Castilla y León, pero también en Cantabria y País Vasco. Blanco y Cortés (2002) discuten sobre las dificultades de censar lobos en España y opinan sobre la polémica generada en los últimos años sobre el diagnóstico de la tendencia de la población.

A la hora de evaluar dicha tendencia, será necesario considerar la vertiente portuguesa de la Península como parte integral de las poblaciones ibéricas (ver Álvares et al. 2000; Pimienta et al. 2005).

Demografía y dinámica de poblaciones

En la síntesis de Blanco et al. (1990b) se recogen trabajos de varias regiones donde se dan datos de tamaño de camada, mortalidad, densidad y tamaño de grupo (por ejemplo, García-Gaona et al. 1990, Fernández et al. 1990, Blanco et al. 1990c, Vilá et al. 1990), aunque en la mayor parte de los casos son datos y no estimas de parámetros, mientras que las densidades se estiman a partir de datos especulativos de tamaño de grupo. Por otro lado, Blanco y Cortés (2002), revisan los métodos para obtener valores de parámetros demográficos y señalan como parámetros más importantes la natalidad, la mortalidad y la dispersión.

Por su parte, Barrientos (2000) y Barrientos y Fernández (2002) discuten sobre los métodos para estimar tamaño de camada y éxito reproductor, y hacen propuestas para estimar directamente el tamaño de grupo sobre el que estimar densidades. Alonso et al. (2002) valoran la utilidad de los datos de mortalidad actualmente disponibles, mientras en algunas regiones se siguen aportando datos de mortalidad, pero no se estiman directamente tasas en la mayoría de los casos (por ejemplo, Sáenz de Buruaga et al. 2000, Llaneza 1997). De hecho, sólo dos trabajos científicos aportan tasas de mortalidad; uno, tasas de mortalidad antrópica (disparos) en otoño (Tellería y Sáez-Royuela 1989), y otro, tasas de mortalidad total (todos por causas antrópicas) en una muestra de 14 lobos radiomarcados (Blanco y Cortés 2007).

Blanco y Cortés (2007) aportaron valores de tasas de dispersión para la misma muestra de 14 ejemplares radiomarcados. Blanco et al. (1990) consideraron que los disparos suponen el 60% de la mortalidad por causas humanas en España tras discutir los datos aportados por varias regiones.

Teniendo en cuenta que la demografía y la dinámica de las poblaciones es quizá el aspecto más importante sobre el que fundamentar políticas de conservación y/o manejo de las poblaciones de esta especie, que la mayoría de los datos que se han obtenido provienen de muestras pequeñas, obtenidos con metodologías aplicadas de manera discutible en muchos casos, y que apenas alguno ha sido publicado en artículos científicos, parece necesario abordar de inmediato trabajos que traten directamente sobre parámetros demográficos. La excelente revisión de Fuller et al. (2003) aporta ideas y señala la importancia de conocer valores de parámetros demográficos y de los factores que condicionan la dinámica de una población.

Siguiendo a Fuller et al. (2003) podemos apuntar como aspectos más importantes a estudiar en las poblaciones ibéricas, además de las tasas de natalidad, mortalidad y  dispersión, los siguientes asuntos. La obtención de valores rigurosos de densidad, a través de tamaño de grupo basados en datos empíricos es urgente, ya que los cupos cinegéticos y sobre todo los planes de control contenidos en los Planes de Gestión de las CCAA consideran tamaños de población a través del número de grupos y de un valor meramente especulativo de tamaño de grupo, en vez de prestar atención a valores de densidad en función del tamaño de los grupos, y con éste estimado de manera realista, a partir de datos empíricos.

La obtención de tasas de mortalidad se presenta quizá como el más importante aspecto a abordar de cara a conocer la demografía y la dinámica de las poblaciones ibéricas. Este valor es muy variable (mucho más que el tamaño de camada, por ejemplo) entre poblaciones o a lo largo del tiempo, y teniendo en cuenta que buena parte de la mortalidad es de origen antrópico, no sólo en la Península sino en toda Europa (Boitani 2002) es una tasa muy importante porque puede ser modificada con medidas de gestión adecuadas.

La identificación de los índices apropiados es, además, fundamental para la analizar la tendencia de la población (ver Naves 2002, y apartado 7 de este trabajo).

Modelos demográficos y de habitat

La principal justificación de la construcción de un modelo demográfico es que parece ser el mejor acercamiento para conocer los procesos y los factores que gobiernan la dinámica de una población (ver p.e. Naves et al. 1999 para osos pardos en la cordillera cantábrica). La incorporación en los modelos de un análisis de viabilidad de población (AVP), y de un tamaño mínimo de población viable (PMV), permite predecir distintos escenarios de posibilidades de extinción, pero además permite evaluar los factores y la sensibilidad de los parámetros demográficos incorporados al modelo, y conocer las variables de habitat que afectan a los parámetros. Las aplicaciones a la gestión y conservación de poblaciones son evidentes, y para ello es preciso conocer con la mayor certeza posible, los valores de los parámetros más sensibles e importantes. Este es uno de los mayores problemas de todos los modelos y análisis de viabilidad de poblaciones: la determinación de los parámetros demográficos que rigen la dinámica de una población.

En Norteamérica se han desarrollado algunos modelos predictivos de la idoneidad de habitat para poblaciones en expansión  (Mladenoff et al. 1995), que deben incorporar algunos parámetros demográficos, como densidades -capacidad de carga-, tasas de dispersión y de mortalidad, entre otros. También para poblaciones de lobos de Norteamérica, (Cochrane 2000) desarrolla una serie de simulaciones para conocer la tendencia a lo largo de los años, utilizando como parámetro de salida los tamaños de grupo en otoño-invierno de algunas poblaciones de Alaska y Minnesota. En España no se han desarrollado nunca trabajos de este tipo.

Aspectos genéticos

Los aspectos genéticos apenas han sido considerados al tratar de evaluar la viabilidad de las poblaciones ibéricas. Vilá (2002) llama la atención de que las estimas de población mínima viable no suelen tener en cuenta que el valor útil es el de tamaño de población efectiva, y que ésta no suele ser más del 10% de la población real. Una reinterpretación del significado de estos números le lleva a deducir que la variabilidad genética se está perdiendo de la población ibérica de lobos a un ritmo que puede dificultar su supervivencia a largo plazo.

A pesar de que especies como el lobo puedan verse menos afectadas por problemas de endogamia (discusiones en Theberge 1983 y Shields 1983, por ejemplo), una grave amenaza para otras muchas especies, se ha demostrado que la pérdida de variabilidad genética puede hipotecar la pervivencia de poblaciones muy pequeñas de lobos (Wabakken et al. 2001, Vilá et al. 2002). Por tanto, y al menos por prudencia, queda abierta la incógnita sobre la importancia de tales factores en la viabilidad de las poblaciones de lobos, especialmente si están aisladas de otras fuentes potenciales, como es el caso de la Península ibérica.

¿Cuáles son los factores que dificultan o condicionan la viabilidad de una población de lobos?

Parece claro que el factor que condiciona mayoritariamente la dinámica de una población de lobos es la disponibilidad de alimento, por un lado (ya que condiciona densidades y tasas de supervivencia de crías, por ejemplo), y la tasa de mortalidad inducida por el hombre por otro (ver Keith 1983, Fuller 1989 y Fuller et al. 2003).

Ninguno de esos dos factores (disponibilidad de alimento y su efecto sobre la dinámica de la población a través de tasas de supervivencia, por un lado, y las tasas de mortalidad antrópica o total, por otro) son bien conocidos en la Península, ni se han publicado trabajos específicos que traten sobre el tema, por lo que son dos aspectos clave a estudiar en nuestras poblaciones de lobos.

Estudio de los patrones estacionales y temporales en los hábitos alimenticios, disponibilidad de alimento y selección de presa.

La disponibilidad de alimento es el factor que condiciona la densidad y las tasas de supervivencia. En este sentido, aunque se dispone de datos de densidad de presas para algunas zonas del noroeste peninsular, no hay trabajos que hayan analizado o descrito cambios a lo largo del tiempo. Del mismo modo, las bases de datos sobre carga ganadera son deficientes o están sujetas a problemas de actualización y no se conocen o no están disponibles datos sobre mortalidad por tipos de ganado en régimen extensivo.

Sobre los patrones alimenticios de los lobos en algunas zonas del noroccidente peninsular se han publicado algunos trabajos, pero la mayoría de ellos no analizan las variaciones estacionales, ni mucho menos interanuales (ver revisión de trabajos en Fernández-Gil 2004). Llama la atención que diferentes autores no consideren las mismas clases o tipos de alimento en sus trabajos, y la alta presencia de carroña en algunos trabajos y su virtual ausencia de otros (de hecho, algunos ni la consideran). Sin embargo, son conocidos los hábitos carroñeros de los lobos, y de hecho se estima que buena parte de lo que se consigna como daños, o alimento sobre ganado, ha sido consumido como carroña. Podemos concluir que es necesario unificar criterios a la hora de analizar las dietas y hacer comparaciones entre áreas y épocas. Pero ¿cuál es por tanto el patrón, si es que lo hay, a lo largo de la Cordillera Cantábrica en particular? ¿cambian estos patrones a lo largo del tiempo en función de la disponibilidad de alimento, es decir, por cambios en las densidades de las distintas presas? ¿cuáles son los factores, por ejemplo de habitat o de persecución por el hombre, que inciden sobre estos patrones y sus cambios?. Por último, señalar que la mayoría de los trabajos son relativamente antiguos, dando la impresión de que es un aspecto aparentemente poco atractivo para investigadores y gestores  A nuestro entender, sin embargo, es un factor esencial, y su conocimiento debería actualizarse periódicamente, para dar respuesta, por ejemplo, a los eventuales, y también periódicos, episodios de quejas sobre afección a al ganadería. Una sólida base de conocimiento actualizado facilitaría enormemente la respuesta en tales casos.

 

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Mortalidad por causas humanas.

Teniendo en cuenta que la mortalidad parece ser el factor que dirige el declive de cualquier población de lobos y que, en general, las tasas de mortalidad antrópica que soportan las poblaciones sin mostrar serios declives se sitúa en torno al 28% anual (35% de mortalidad total) de la población de otoño (ver Fuller 1989, Fuller et al. 2003), parece necesario abordar de inmediato este aspecto, teniendo en cuenta que existen (Asturias) o van a existir en breve (Galicia y Castilla y León) Planes de Gestión de la especie que fijan elevados números a de lobos a matar anualmente . Las circunstancias de cambios de habitat (alimento, fragmentación) y demográficas (estructura de edad, tasas de dispersión, supervivencia de crías) de cada caso (núcleos o poblaciones) y sus variaciones temporales son decisivas para gestionar adecuadamente las poblaciones y analizar los factores del declive o incremento, si los hubiera. La herramienta más adecuada para conocer tasas de mortalidad es el radiotracking, especialmente porque en un ámbito como el ibérico, donde buena parte de la mortalidad es de origen ilegal, el acceso a este tipo de información es terriblemente difícil. No obstante, una mayor implicación de la administración y de sus servicios de guardería (ya sea dependiente de las consejerías de medio ambiente, medio rural, o del SEPRONA de la guardia civil), es absolutamente imprescindible. Apenas se han tramitado denuncias en décadas, y ninguna ha conllevado aún una sentencia penal. Esperamos que algunos casos recientes, en trámites judiciales en este momento, marquen un punto de inflexión en esta tendencia.

Efectos de las actividades humanas

Los efectos que las actividades humanas tienen sobre la población de lobos, tanto desde un punto de vista demográfico (barreras, mortalidad, fragmentación de habitat y de poblaciones), genético (y sus implicaciones demográficas), como ecológicos (cambios en los patrones alimenticios y de los daños al ganado), apenas han sido tratados en España. Blanco y Cortés (1999) y Blanco et al. (2005) analizan el uso del hábitat por lobos radiomarcados en zonas muy humanizadas en la meseta norte, con presencia importante de infraestructuras de transporte en algunos grupos, y concluyen que los ejemplares cruzan.incluso algunas autopistas, pero la acumulación de barreras en años recientes y venideros, y la necesidad de realizar este tipo de estudios en otros ámbitos del área de distribución de la especie en la Península, y con mayores tamaños de muestra, aseguran que deba profundizarse en este tipo de estudios.

Enfermedades, parásitos, aspectos genéticos

En los últimos años se han publicado algunos trabajos sobre parásitos en lobos ibéricos (Torres et al. 2000, Balmori et al. 2000, Domínguez y de la Torre 2002), y hay ingente bibliografía sobre aspectos fisiológicos y patológicos en la especie (ver revisión de Kreeger 2003) pero su incidencia en la viabilidad de las poblaciones no es bien conocida aunque de momento no parezca tan relevante como los factores reseñados anteriormente. Desde un punto de vista genético, recordamos lo apuntado en el capítulo anterior (ver también Vilá 2002, Wayne y Vilá 2003).

¿Limitan o regulan los lobos las poblaciones de presas?

Quizá ningún aspecto ha activado tanto la investigación lobera como éste, sobre todo en Norteamérica, donde la bibliografía que trata sobre la influencia de los lobos en las poblaciones de presas es muy abundante, lo que ha generado abundante discusión y debate, y sin embargo poco consenso sobre el asunto (Ver National Research Council 1997 y revisión de Mech y Peterson 2003).

El hecho de que los sistemas predador-presa son inherentemente complejos (Dale et al. 1995, Mech et al. 1995),y cambiantes a lo largo del tiempo en función de variables de habitat, ha hecho que sea muy difícil discernir e identificar los casos en los que se produce control, regulación o limitación de presas. Sí es posible admitir que los lobos limitan en algunos casos las poblaciones de sus presas (Mech y Peterson 2003), aunque está menos claro su papel regulador ya que la presencia de otros predadores y de la actividad cinegética dificulta los análisis y enmascara los resultados.

Los estudios tras la reintroducción de los lobos en Yellowstone en los últimos años dejan pocas dudas sobre el efecto positivo de los lobos, no sólo en las poblaciones de sus presas, sino en la propia estructura del ecosistema (Berger et al. 2001, Ripple y Beschta 2004), confiriendo a los lobos el atributo de especie clave en un determinado ecosistema. Lamentablemente, la mano del hombre tiene tanto efecto desde tiempo inmemorial que reduce la posibilidad de que fenómenos de regulación naturales, como el del ejemplo, sucedan con mayor frecuencia, algo que no se le puede reprochar precisamente a la naturaleza, al lobo en este caso, sino a la "degeneración" de las condiciones naturales por parte del hombre.

Los daños al ganado

A finales de los 80 se llevan a cabo los primeros trabajos específicos sobre la incidencia de los daños al ganado, en Asturias (González et al. 1987) y en Cantabria (Fernández et al. 1988), que se sintetizan en una visión de ámbito ibérico sobre el tema (en Blanco et al. 1990). Asturias es, sin duda, la región que más trabajos promueve en los últimos años, y la que dispone de las mejores estadísticas (por ejemplo, parciales, en Llaneza 1995). En los últimos años (1991-1999) tramita entre 959 y 1.179 expedientes, que han supuesto entre 225.000 y 341.000 euros anuales por daños de lobo (Blanco 2003).

Sin embargo, tal como apuntan casi todos los trabajos que han tratado los daños al ganado, no sólo con lobos, sino con otros predadores, tanto en Europa (Fourli 1999, Kaczensky 1996, Montag 2003 y ver Boitani 2000), como en el resto del mundo (Nowell y Jackson 1996), hay numerosos puntos en las políticas de daños que requieren un mejor planteamiento y soluciones, si se quiere evitar el abuso y fraude a que muchas veces conducen. Al margen de la unánime impresión de que los daños son dependientes, sobre todo, del manejo del ganado, y no tanto de la abundancia de depredadores, hay otros asuntos que han sido rara vez tratados, pero que parecen fundamentales para una adecuada comprensión del problema (ver por ejemplo Meriggi y Lovari 1996, Naughton-Treves et al. 2003, Graham et al. 2004).

Uno de estos aspectos es ¿causan los lobos realmente tanto daños como se les achaca?. El porcentaje de ganado afectado (de los expedientes tramitados como positivos) suele ser muy bajo, entre el 0,06 en el caso del vacuno y el 1,2 del ovino (en Cantabria, Fernández et al. 1990), del 0,6% para ovino y caprino y del 0,3% de vacuno y equino en el norte de Palencia (Onrubia et al. 2000), valores similares o más bajos a otros predadores y otras zonas (Nowell y Jackson 1996). A pesar de que se reconoce en privado (y a veces en público, ver Talegón y Gayol 2002) que el porcentaje real de daños no se acerca a lo reclamado, ninguna administración ha tratado seriamente el tema. A título de ejemplo, podemos citar un trabajo sobre grandes felinos (Hoogesteijn et al. 1993), que estimó que sólo el 20% de los casos reclamados como daños eran reales. Quizá el caso de los lobos en el noroccidente peninsular (y en la Cordillera Cantábrica en particular) es similar. Hay algunos trabajos que han tratado de conocer la proporción entre daños y subsidios, incluyendo varios realizados en Asturias en los últimos años (GEA 2006). El porcentaje de ganado afectado por daños de lobo se sitúa por debajo del 1% del total de cabezas que pastan en la región, cifra realmente ridícula. La proporción de las indemnizaciones por daño de lobo respecto a las subvenciones recibidas por el sector ganadero es de la misma magnitud. No cabe duda de que, por tanto, la polémica generada entorno a los daños de lobo es una artimaña, un fraude, una herramienta de presión política, que estudios como los citados ayudan a destapar y a dejar sin argumento alguno. Así, otro trabajo sobre felinos (linces boreales) en Suiza (Breitenmoser y Breitenmoser-Würsten 1990) estimó que la cantidad pagada en concepto de daños al ganado era un 0,05% de lo percibido por los ganaderos en concepto de subsidios agrarios, muchos de ellos con el compromiso de conservación del medio natural (compromiso rara vez asumido y casi nunca cumplido).Como reconoce recientemente Blanco (2003) en una revisión sobre los daños del lobo en España, quizá hay que preguntarse si los ganaderos deben ser requeridos a proteger convenientemente su ganado para ser merecedores de compensaciones por daños y si es quizá más importante regular las astronómicas ayudas que se reciben en el sector antes de abordar una política de compensaciones por daños.

Se hace necesaria una revisión de las políticas de compensaciones por daños para tratar de solventar sus múltiples problemas y abusos. Por ejemplo, ¿cuál es la mortalidad natural estimada del ganado extensivo? ¿Qué porcentaje de los ganaderos que perciben compensaciones por daños, son ganaderos a título principal? ¿Cuál es realmente la dimensión del problema?, es decir, ¿qué porcentaje suponen los daños sobre el total de subsidios ganaderos? ¿cuál es el porcentaje real de daños al ganado? ¿se cumple el código de buenas prácticas agrarias por parte de aquellos ganaderos que solicitan daños? Aunque muchos de estos aspectos no son estrictamente biológicos o demográficos, está claro que condiciona la viabilidad de las poblaciones de lobos por cuanto son el origen de conflictos y de las dificultades de coexistencia entre lobos y humanos, y parece evidente abordar estos análisis desde la óptica de diferentes disciplinas (sociológica, económica, pericial, entre otras) (ver Fernández 2004).

¿Cuál es la respuesta de la población a las acciones de gestión emprendidas?

Los planes de conservación y manejo que se vayan aprobando o desarrollando en España (hasta el momento sólo Asturias dispone de un documento aprobado con carácter legal) deben incluir sistemas específicos de seguimiento de  las respuestas, tanto de la especie como del habitat, a las medidas de gestión emprendidas (entre otras, control de ejemplares o de población, medidas de manejo, reforzamiento de presas silvestres).

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Seguimiento de la población.

Generalmente mediante índices de abundancia relativa (grupos reproductores de lobos, índices kilométricos de abundancia de indicios de actividad). Registros de mortalidad y sus causas. Hábitos alimenticios, generalmente mediante sistemas sencillos (análisis de excrementos). Este aspecto es capital, porque el conocimiento la respuesta de la población a las medidas de gestión emprendidas es fundamental para la propia evaluación de tales medidas.

¿Cuáles son los mejores índices de monitoreo de la población?

De la revisión realizada en los apartados anteriores, de lo aportado por Barrientos y Fernández (2002), Ordiz y Llaneza (2002), Naves (2002) y Blanco y Cortés (2002), podemos sugerir los siguientes procedimientos y parámetros para el seguimiento adecuado de las tendencias de las poblaciones de lobos

  • El número de grupos de lobos. Mediante la adopción de métodos para obtener índices de abundancia de indicios y estimaciones del número de grupos (mediante prospecciones de indicios, observación directa, escuchas, encuestas)
  • El tamaño de grupo en invierno. Este parámetro, junto al anterior principalmente, permitiría estimas de densidades relativas y conocer sus cambios interanuales.
  • La distribución de los grupos de lobos. Utilizando para ello procedimientos estandarizados de compactación de áreas o de agrupación (distancias, por ejemplo) que podría ser útil en el manejo de los dos anteriores índices propuestos (ver discusión sobre distribución en Uzal y Llaneza 2002).
  • Las tasas de mortalidad por causas humanas. Las estadísticas de lobos muertos (conocidos), con diferente categorías en la confirmación de estos datos (seguros, probables), pueden complementar el estudio de las tendencias observadas con los anteriores índices (ver Alonso et al. 2002 y Naves 2002), además de ser un parámetro demográfico decisivo en la dinámica de la población, y posible de manejar.

Seguimiento, con carácter global, del hábitat.

Mediante la adopción de programas de trabajo particulares o bien la integración de información existente generada en otros ámbitos de la gestión o investigación: por ejemplo, densidades y características de manejo de ganado, densidades de ungulados, entre otros.

Seguimiento específicos a planes concretos de conservación y manejo.

Mediante al adopción de estudios que evalúen, por ejemplo el efecto de las infraestructuras de transportes (pasos de autovías), la evaluación de las respuestas biológicas y sociales a controles poblacionales, las respuestas en los patrones alimenticios de la especie a cambios en el manejo de ganado, al reforzamiento o la reintroducción de ungulados silvestres, etc,

Conclusión: necesidades de investigación para conservación y gestión

De forma sintética, podemos apuntar los siguientes aspectos como los más importantes, desde nuestro punto de vista, para basar en conocimientos científicos las medidas de conservación o manejo encaminadas a asegurar la viabilidad futura de las poblaciones ibéricas de lobos.

  • Estandarizar los métodos de monitoreo (índices de abundancia, número de grupos, cambios en la distribución).
  • Parámetros demográficos (supervivencia de crías, mortalidad, tamaño de grupo).
  • Efectos de las actividades humanas sobre los ejemplares, las poblaciones y el habitat.
  • Patrones espacio-temporales en los hábitos alimenticios y selección de presa.
  • Análisis de los daños al ganado (en su vertiente biológica pero también social, económica, pericial y judicial)

 

 

 

 

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